Las artes escénicas son una actividad profesional especial en muchas cosas y una de ellas es que, a la hora de comercializarse, deben dirigirse a dos tipos de clientes diferentes: Por una parte están los programadores, que son los que en primera instancia tienen que comprar el producto (que nadie se asuste por el lenguaje, estamos hablando de vender, aunque sea cultura). Por otra parte están los espectadores, que son los clientes finales. La característica especial de las artes escénicas en que estos dos niveles se retroalimentan en parte: Por supuesto no hay nada que hacer sin el primer nivel, si no conseguimos llegar al programador nunca tendremos ocasión de que el público adquiera el producto. Pero es que también la respuesta de estos últimos influye en la decisión del primero. ¿Cómo equilibrar estos dos niveles?

En general las compañías, productoras y distribuidoras de espectáculos conocen perfectamente las técnicas de llegar hasta los programadores y “venderles” los espectáculos: e-mails, contacto telefónico, contactos con redes de teatros, etc. En la mente del programador, sin embargo hay muchos elementos a tener en cuenta a la hora de comprar un espectáculo. Digamos que los factores se dividen en primarios y secundarios. Entre los primarios podemos encontrar:

  • El presupuesto con el que cuenta
  • El género que quiera programar en ese momento
  • La política de la sala en cuanto al equilibrio entre comercialidad y calidad
  • La adecuación de una oferta determinada a la demanda

Entre los secundarios, los que se refieren directamente a la elección de un espectáculo:

  • La trayectoria de la compañía
  • La trayectoria del espectáculo en concreto, especialmente en cuanto a respuesta del público.
  • Las recomendaciones de otros programadores, redes de teatros, críticas, etc.

Es principalmente en el ámbito de los factores secundarios donde internet y las redes sociales pueden jugar un papel interesante. Evidentemente un programador “responsable” consultará todas las instancias posibles antes de decidirse por un espectáculo u otro. Si no puede verlo directamente –que no deja de ser la mejor forma, aunque no siempre sea posible– intentará recabar información sobre el mismo antes de programarlo (e incluso aunque lo haya visto, siempre es buena una segunda opinión) y es evidente que, aparte de la consulta con otros, la forma más accesible hoy día es internet: comentarios en redes sociales, críticas, reseñas, noticias, imágenes, vídeos…

A su vez, buena parte del público de espectáculos de hoy día, desde luego el estamento más joven, consulta en internet esa misma información, antes de decidirse acudir a un espectáculo. Es verdad que el boca a boca sigue funcionando independientemente de los medios electrónicos pero, por ejemplo, las redes sociales, si se emplean bien, pueden ser un factor muy interesante de iniciar o canalizar ese boca a boca. El programador valorará las opiniones, la corriente de opinión que se vaya generando en la red. El público estará predispuesto a acudir a algo que conoce previamente en un medio en el que se desenvuelve (o se irá desenvolviendo) habitualmente.